jueves, 17 de abril de 2014

¿Y ahora... qué?

Foto de nuestra segunda semana allí, jugando a un juego de mesa en casa


Ya han pasado casi 1 mes de nuestra vuelta... A Javi y a mí nos habría gustado escribir otra entrada desde allí, describiendo los últimos días, pero el ritmo frenético que tuvimos que llevar nos lo impidió. Un último viaje por el interior, visitas y... despedidas, despedidas y más despedidas. Coincidió nuestro último día con una celebración de los 50 años desde la fundación del hospital, de hecho vino la presidenta a participar en un acto unos días antes. Hacer las maletas, limpiar un poco la casa, preparar los regalos para la familia, lo que nos queríamos llevar con nosotros o dejar allí... Otra buena opción habría sido escribir una entrada a los pocos días de llegar, quizá incluso al día siguiente. pero esta vez, el shock emocional y psicológico, junto con las bienvenidas, fue lo que nos lo impidió. ¡Os pongo para empezar una última sesión de fotos, que ilustran nuestros días finales allí!


Durante el acto de celebración:
Nosotros tres con la persona que más se ha
preocupado de nuestra seguridad allí,
el secretario del embajador de Liberia

El Dr. Tadross

Ellen Johnson Sirleaf, actual presidenta de Liberia

Dos desconocidos en la ceremonia. El hombre me pidió que les hiciera una foto,
 sin motivo aparente.

Un "casco azul", parte de la escolta de la presidenta,
asegurando una de las zonas del hospital

Uno de los trabajadores de mantenimiento del hospital

La escolta preparándose para salir

Los trabajadores del hospital viendo marcharse a la presidenta


















Este es el hermano Justino, que estuvo en Liberia más de 20 años y consiguió que sobreviviera el hospital durante toda la guerra, arriesgando su vida en varias ocasiones. Toda una leyenda.

Javi con Nimley, también llamado "flexible" por una coña entre ellos dos

Nuestra amada Mary, una de las cocineras del hospital

No recuerdo el nombre de este guardia de seguridad del hospital,
pero desde luego se lo tomaba en serio

Krubo nos invitó a su casa a unos días de marcharnos.
Fue la última vez que vimos esta impresionante zona de la ciudad.



Esta playa se veía desde la puerta de casa de Krubo

Esta es la calle (si se puede llamar calle) donde está la casa ,
y esta la puerta de su casa

La playa de la comunidad. Era también el retrete oficial



En el último viaje que hicimos, una semana antes de volver, tuvimos un pinchazo,
y paramos en este pueblo a arreglar el neumático

Unos niños nos empezaron a cantar canciones desde el otro lado de la carretera. La letra decía: "white men give us some chicken wings, white men give us some bread". Prefiero no imaginar como habrán sido sus primeros años de vida

No pudimos decir que no al reto y nos unimos a cantar con ellos

 





Los paisajes que encontramos fueron espectaculares








Tras estas fotografías, que nos transportan a otro mundo (ahora a mí también me toca trasladarme allí con la imaginación para poder recordarlo), os quiero contar como ha sido la llegada.

Han sido unas 4 semanas muy curiosas aquí, en nuestro país de siempre, nuestro hogar.  En mi caso recibí auténtica terapia de choque, ya que al día siguiente de volver me encontraba en una casa rural en Ávila celebrando por todo lo alto la despedida de soltera de una de mis mejores amigas. A pesar del contraste, fue un modo genial de volver a reencontrarme con gran parte de mis amigos. Sin embargo, tras la despedida, esa semana apenas salí de casa. Mi cerebro me daba entretenimiento de sobra, pensando en todo lo vivido. Poco a poco, al salir a las calles, a los centros comerciales y a las carreteras, ha habido muchas cosas que nos han sorprendido... He observado impresionado las carreteras de Madrid, su orden e ingenio. La armonía de los coches circulando conforme a una única norma de velocidad y comportamiento, avanzando por esas lisas carreteras como si lo hicieran más bien sobre raíles electrizados en una película de ciencia ficción. Nada que ver con el desbarajuste pintoresco que cada día veíamos en las carreteras de Liberia, sin apenas norma ni control. Hace un par de días, comentaba con Javi lo impresionados que se sentirían nuestros amigos de allí si se dieran un paseo por la Castellana, con los altos edificios a un lado y a otro, con el afamado Bernabeu, con sus ordenadas hileras de árboles... También impresiona la nuevamente adquirida sensación de seguridad y tranquilidad al salir a las calles. La policía ha pasado de ser una amenaza a ser símbolo de protección, hasta dan ganas de abrazar a esos hombres de uniforme que vemos por las calles (supongo que esa sensación cambiará con la primera multa que nos caiga). Ya nadie te mira como si fueras un bicho raro por o como si fueras una cartera andante. Aunque es cierto también que ya nadie nos detiene para saludarnos con alegría y darnos la bienvenida desinteresada a su país. Ni nosotros lo hacemos con los que vienen de fuera. Las caras de la gente ya no son las mismas, han pasado de ser todas un enigma, el símbolo de una cultura, unos sentimientos y unas inquietudes desconocidas para nosotros, a ser un libro abierto, el reflejo de nuestra sociedad e incluso de nuestros propios deseos, de gran parte de lo que llevamos dentro.

Tras esa primera semana de shock más profundo, y esos primeros contactos con la sociedad occidental, va empezando a sedimentar el poso. Y creo que aún queda mucho por sedimentar (ahora sólo estamos entrando en la fase subaguda, como diríamos en medicina). Se trata de una sensación de haber vivido y ganado infinitamente más de lo que hemos dejado allí... una sensación de no merecer nada de lo recibido. Como era de esperar, los primeros días valoras mucho más tu casa, tu comida (¡ensalada y verdura al fin!¡no más arroz con pollo!), tu baño y tu cama. Pero a eso uno se acostumbra rápido. También valoras el contacto de nuevo con tu familia y amigos, el darte cuenta de la gran suerte que es contar con tanta gente que te aprecia, te cuida y se alegra de verte, y con la que además puedes hablar de tantos y tantos temas en tu mismo idioma, con tu misma comprensión. Y sobretodo, el volver a recuperar el trozo de identidad que te habías dejado aquí, formado por todas esas personas que nos construyen cada día. Pero además de todo esto, están empezando a aparecer las ganancias inesperadas... esas que no íbamos a buscar, pero que han resultado estar allí. Yo ahora enfrento el MIR de una manera totalmente diferente; hace un año, lo habría hecho porque era "lo que toca", porque en España sin ser especialista ya no vas a ningún lado. Habría tenido mayor o menor motivación y optimismo a lo largo de los meses de estudio, y ya está. Ahora las cosas son diferentes. He visto allí lo que realmente vale un especialista y lo que puede dar y cambiar la vida de las personas, y más aún si no hay más que uno en todo un país. Me he dado cuenta de que tengo la inmensa suerte de vivir en un sitio donde se me da la oportunidad de llegar a eso, de aprender mucho más, de recibir unos conocimientos que me capaciten en un futuro para ayudar mejor a la gente - en mi campo-, y encima con unos niveles técnicos de la más alta calidad. El MIR y la residencia (con sus fallos y sus aciertos) ya no son una imposición sino un gran regalo, una responsabilidad para con el mundo y un reto vital, que acepto con gusto, y sabiendo que no lo merezco; desde luego no más que cualquier médico liberiano que probablemente nunca tenga la oportunidad de hacer una especialidad. Ya se mejor a donde voy, y he tenido que viajar a otro continente para darme cuenta. Y se que hay mucho más detrás de todo esto. Esta claro que enfrento la vida ahora de otra manera... y creo que nos pasa a los tres lo mismo. Hay problemas y barreras que con la distancia han revelado la gran estupidez que eran. Por supuesto hay una mayor consciencia de lo que tenemos sin haberlo ganado, sólo por haber nacido en el sitio el que nacimos, y con la familia que nos hizo crecer. También, hemos visto todo lo que la vida puede regalar a uno, si se está dispuesto a dar un salto al vacío. Sin duda confío mucho más ahora en lo que la vida me depara. Y se que si estoy dispuesto a dar más saltos de fe, la ganancia sólo irá en aumento. Y solo puedo sentir gratitud por todo esto.

Para acabar, lo que yo considero el mayor regalo, y a la vez el más difícil de entender, es este: ahora conocemos con mucha más profundidad la realidad del mundo, conocemos mucho más su justicia y su injusticia, las hemos visto cara a cara. Y eso, aunque es duro, puede cambiar tu forma de pensar (y espero que también de vivir), pues estamos más cerca de la verdad. Esta es una frase que digo mucho estos días: "una vez has visto lo que hay allí, ya no puedes vivir ignorándolo". Espero que siga repitiéndose esa frase dentro de mí todos los días de mi vida, y que se transforme en actos de justicia verdadera, allá por donde la vida me lleve. Y no estaría nada mal si nos llevara de vuelta a Liberia algún día.

Un abrazo a todos los que nos habéis seguido en esta aventura, no sabéis lo necesario que es poder hablar de esta experiencia... y sobretodo, saber que alguien está escuchando.

¡Mucha gracias!

Minutos antes de reaparecer en Madrid