miércoles, 15 de abril de 2015

Un año después


Como dice el título, hace ya algo más de un año que volvimos de Liberia. Quería escribir una entrada en el blog para recordar algún momento de la experiencia vivida, y sobre todo, para analizar si ha dejado algún poso en nosotros después de este tiempo
 

Una de las personas más cultas que conozco, Pedro Panizo, profesor en la facultad de Teología de la Universidad de Comillas, suele decir que no es lo mismo vivir una experiencia que hacerla.  Cuando habla de esto comenta que hoy en día está de moda coleccionar experiencias, quizá para meterlas en el curriculum de la vida, o quizá sólo para saber que se siente durante esa vivencia (que no es poco, sobre todo si hay que superar ciertos miedos), pero que muchas veces estás experiencias no producen ningún cambio en la persona que las vive. A esto le llama “hacer” una experiencia. Con el otro término, “vivir” una experiencia, se refiere al hecho de que una experiencia efectivamente te cambie tu forma de vivir. Que cambie de lugar el norte de tu vida y eso te haga tomar decisiones diferentes, dirigir de otra forma la existencia. Toca ahora entonces hacernos esa pregunta… ¿”vivimos” nuestros 6 meses en Liberia? ¿O simplemente los “hicimos”?

Todo este tiempo en Madrid ha pasado como un tren de alta velocidad… el periodo de readapatación, la preparación del MIR, la búsqueda y elección de hospital y especialidad. En cierto sentido me da la sensación que llegué hace un día de Liberia, aunque vea aquellos meses un poco como un sueño. Lo primero supongo que se debe a que los últimos recuerdos que conservo de allí son los mismos que conservaba al día siguiente de volver, y por tanto la experiencia permanece igual. Pero estos recuerdos, como es normal, se van difuminando con el tiempo, convirtiéndose en algo más parecido a un sueño, del que a veces asaltan memorias más concretas, y del que va quedando un pequeño poso.
Nuestros amigos, menos aquellos que fallecieron por la epidemia de Ébola, que aún colea por Liberia, Guinea Conakry y Sierra Leona, nos escriben de vez en cuando por facebook. Esto, aunque no es muy a menudo, nos mantiene en cierta parte unidos a ellos (y en esto he de decir que nos gana Javi, que es el que más contacto tiene).  Son curiosas las conversaciones que se tienen por facebook con los liberianos, y que son posibles gracias a los rudimentarios smartphones que se venden allí:

-Hello, how are you Carlos?
-Hello! I’m fine, how is everything there? How are your studies?
- Everything is all right here! God bless you!
Fin de la conversación.

Javi jugando con nuestra amiga Krubo delante de varios niños










Aunque les preguntes por la situación de la epidemia o del país, sus respuestas serán pequeñas frases en un rápido intercambio, y no podrás sacar nada más. O también se puede dar el caso de que te llamen a través del facebook y que se gasten el escaso dólar de saldo que tenían en  una llamada de 30 segundos aproximadamente. Al principio este tipo de comunicación nos desconcertaba un poco, pero ya nos hemos acostumbrado a que esta es su forma de hacerse presente. De hecho en Liberia ya lo vimos bastante. 

Otro caso curioso que se dio fue el de Marvin, el técnico de ortopedia del hospital, que al mes de volver de Liberia nos escribió pidiéndonos dinero para comprarse un coche de segunda mano. Fue una persona que siempre nos acogió y nos trató muy bien estando allí, nos invitó a comer a su casa y nos invitó a su iglesia. En cierta parte fue una sorpresa que él nos pidiera dinero, cuando allí nunca nos había pedido nada, aunque después de tantas situaciones de ese tipo durante la estancia allí no nos pudimos extrañar demasiado. De hecho, los liberianos están acostumbrados a que los familiares y amigos que consiguen ir a vivir a un país occidental manden dinero periódicamente (o sustenten a toda su familia desde allí).


El padre Miguel lo corta el pelo a Javi
Cambiando de tema, quisiera escribir unas palabras sobre nuestra vivencia de la epidemia de ébola. Durante agosto y finales de julio, en las dos semanas en las que el ébola estuvo en primera plana de periódicos y telediarios (para caer después en el anonimato), fuimos siguiendo con tristeza lo que sucedía. Lo más duro fue ir conociendo, según se daban, las muertes de gente que allí habíamos querido y que nos había tratado tan bien… Patrick, Tete, George, el padre Miguel… la hermana Chantal, que había sido tan profundamente cariñosa con nosotros (siempre nos llamaba “sus niños”). Tuvimos intensas conversaciones con el equipo de urólogos con el que estuvimos una semana operando, mientras alguno de ellos con contactos en las altas esferas intentaba hacer presión para que el padre Miguel y la hermana Chantal, que habían dado positivo en los test, fueran repatriados. Finalmente sólo Miguel y Mami fueron repatriados, por ser ambos españoles, y el padre Miguel falleció a los pocos días, así como la hermana Chantal (quien creemos que se podría haber salvado de haber sido repatriada con el padre Miguel, ya que era mucho más joven y sana). Unas semanas después, Emmanuel M. Carson, un amigo con el que habíamos compartido algún viaje por Liberia y cuyo sueño era venir a España, fallecía por causa desconocida (probablemente apendicitis), debido a que todos los hospitales estaban cerrados. Él habló en la entrevista sobre la felicidad que hice a alguno de ellos durante nuestra estancia, en la segunda entrada de febrero, dandonos unas lecciones de vida increíbles. Fueron unas semanas de shock emocional, en las que teníamos que seguir estudiando mientras no podíamos creernos que aquel rumor que se extendía entre algunos de los expatriados poco antes de dejar nosotros Liberia, se hubiera convertido ahora en esa pesadilla descontrolada. Otra experiencia tremendamente dura fue leer algunos comentarios que los españoles hacían en periódicos digitales, cuando se valoraba la repatriación del padre Miguel, de Chantal, y Paciencia, en los que algunos solían comenzar sus frases por “Nos es que no valore lo que aquellas personas están haciendo, pero…” y continuaban como todos sabemos. Afortunadamente no todos opinaban así, claro. Yo en aquellos momentos me acordaba de la frase que un antiguo profesor de la facultad nos dijo una vez, probablemente inspirada por el filósofo Gabriel Marcel… “¿Quién puede decir lo que 
 tú vales? – nos preguntaba - Sólo
Gonzalo, Chantal, Santi y Javi
con los ojos del amor se puede ver el verdadero valor de una persona”. Para nosotros la idea de dejar tirada allí a la hermana Chantal o al padre Miguel, teniendo los medios para traerlos aquí, era un asesinato. Conocíamos el valor infinito de esas personas, por el simple hecho de serlo, y eso nos bastaba para justificar el despliegue. Pero quizá sólo éramos capaces de verlo porque les queríamos en cierta forma, y eso nos hacía ver su valor. La gente que nunca se había topado con el candor de la mirada de Chantal, podía sentarse tranquilamente en su sofá y condenarla a muerte con un comentario online… porque no sabían realmente quien era. Para ellos era como condenar a un objeto o a una idea o a un personaje de ficción, que se merecía menos permanecer en escena que las otras ideas o personajes en confrontación.

Ojala hubiera habido medios para salvar a todos y cada uno de los liberianos y no liberianos que allí perecieron, y que hoy siguen muriendo.

En la actualidad el ébola, como antes decía, no ha desaparecido de la zona. Siguen dándose casos cada día en los tres países y sobretodo Sierra Leona es la que está saliendo peor parada. El total de casos mínimamente confirmados ascendió a 25532 el día 7 de abril de 2015, y a 10584 el número de muertes por el virus. Estos datos obviamente no pueden ser exactos dada la infraestructura de esos países, por lo que habría que multiplicarlos por dos siendo conservadores, pero además, no cuentan las muertes indirectas que el ébola ha producido, como el caso de nuestro amigo Emmanuel, debidas al parón de meses en la atención sanitaria y al descontrol general, en unos países ya de por sí descontrolados. No hay forma de calcular el total de muertes que se han producido debido a esta epidemia. 

Una comunidad a la que fuimos a dar información con el "Proyecto Fístula"
Como veis, la experiencia que allí vivimos se ha mantenido presente a fuerza de acontecimientos de este calibre y también gracias al internet móvil, que al haber llegado allí a un precio asequible, permite cierta comunicación con nuestros amigos liberianos. Pero también en España nos volvimos a encontrar con parte de nuestra experiencia, al ver a los que habían sido nuestros compañeros expatriados de allí. Carmen, Pepe, Claudia… con todos ellos hemos vuelto a cenar o comer, esta vez comida española de verdad, y a mantener intensas conversaciones sobre lo vivido allí. Esto ha ayudado también a ir sedimentando ciertas reflexiones que fueron surgiendo a lo largo de la experiencia. Por ejemplo, Claudia nos contó cómo se dieron las primeras reuniones entre representantes de la OMS y del gobierno liberiano, cuando la epidemia de ébola no era más que un pequeño brote, allá por abril del 2014, momento en el que se podría haber controlado perfectamente. Y cómo el gobierno liberiano se tomaba con poca seriedad las advertencias de la OMS (cosa que, por lo que se ve, suele suceder con frecuencia), hasta que ya fue demasiado tarde. De la misma forma, Pepe, que trabaja para una empresa de minería inglesa en Liberia, nos ha relatado como los minerales que se extraen en Liberia en el fondo son robados a toda su población, con el consentimiento del nuevamente culpable gobierno liberiano. Situación que es bastante común en los países en vías de desarrollo, por otro lado. Las leyes de estos países suelen permitir que una compañía extranjera pueda extraer materias primas pagando unos impuestos ridículos al país, aunque eso sí, con muchos sobornos a sus gobernantes. En palabras de Pepe, aproximadamente el 5% del valor de lo extraído se queda en Liberia, mientras que si esa situación se diera en un país desarrollado (pongamos que una minera francesa consigue nuestro permiso para extraer plata de una mina española), nosotros exigiríamos aproximadamente un 50% de los beneficios. La conclusión es que los países desarrollados robamos a los pobres sus materias primas, su oro, su hierro, su madera, su caucho… y en el camino sus gobernantes se vuelven ricos, y sus ciudadanos cada vez más pobres, según su propio territorio va perdiendo valor.

Como siempre en esta zona del mundo, la vida se abre camino

Tras este desfile de duras verdades, uno se queda pensativo… y así llevamos, en el fondo, todo el año. Nuestra independencia económica es inminente, ya que en menos de dos meses empezaremos a trabajar en el hospital y a ganar nuestros primeros sueldos. Se abre una nueva etapa de la vida, y eso lleva a plantearse la pregunta… ¿cómo la quiero vivir? Es un momento para decidir qué valores van a ser importantes para nosotros, cómo vamos a orientar nuestros esfuerzos y qué vamos a hacer con el dinero que ganemos. Si no lo pensamos un poco, el torrente de la vida nos llevará por el camino prediseñado, que es posible que no responda del todo a lo que llevamos dentro. Y estas realidades que hemos visto y vivido en Liberia siguen ahí.
Javi tras un parto que fue algo complicado
 El otro día, haciendo una pequeña ruta por la sierra de Madrid con Gonzalo y otro compañero de la carrera, surgía este tema. Gonzalo comentaba como hace poco había escuchado unas palabras inspiradoras, no recuerdo donde, que hablaban sobre la realidad del dinero. El mensaje era que el dinero, en el fondo, es un medio que tenemos para relacionarnos con el mundo y moldearlo. Un medio poderoso y que nos supone una responsabilidad. Cuando compras algo, estás apoyando lo quieras/sepas o no, todo el proceso que supone la elaboración de ese producto. Estás estimulando que ese proceso de producción se siga dando, y de hecho, estás estimulando que crezca en la línea en la que ya se da. Si compras un par de zapatos, por ejemplo, tu dinero está llegando a toda la gente que ha participado en la producción, desde la granja donde se consigue el cuero, hasta las fábricas de manufacturación, la empresa de transporte que lo reparte o el pequeño o gran comercio que te lo ha vendido. Y tu dinero, al llegar a toda esa cadena, les da poder para seguir haciendo lo mismo, e incluso les estimula para incrementar su trabajo o producción. Esta realidad, nos hace responsables de los estímulos que mandamos al mundo que nos rodea, pues estos estímulos construyen y mantienen el mundo tal y como lo conocemos. Si en una fábrica no se respetan los derechos de los trabajadores, y nosotros les damos dinero, compramos su producto, estamos estimulando esa injusticia. Si en la granja se tienen hacinadas a las vacas de mala manera, lo estamos apoyando también. Incluso, cuando metemos dinero en el banco, somos responsables de las inversiones que se llevan a cabo con él, aunque nuestro banco no nos informe de ellas. Y la mayoría de los bancos grandes prefieren no hacerlo.

Si uno se para a pensar en todo esto, y realmente le preocupa qué tipo de negocios y situaciones está apoyando con su dinero, puede llegar a un callejón sin salida en el que la desesperación gane la partida, ya que realmente con frecuencia apoyamos “cadenas de producción” poco éticas para vivir. Es verdad que siempre podemos donar algo a una ONG o apadrinar a un niño… pero esto es sólo poner parches, no va a solucionar el origen del problema (y menos si la ONG a la que donemos el dinero es un fraude, que eso hay que mirarlo con lupa), ni tampoco va a evitar que sigamos siendo responsables de lo que apoyemos con nuestro dinero en todas las esferas de la vida. Aquí es cuando hay que ser sabio y no dejarse llevar por lo que parece un problema irresoluble, sino más bien avanzar poco a poco.

Últimamente hemos ido descubriendo actividades que pueden ser interesantes en este sentido. Por ejemplo, es muy audaz la iniciativa Fairphone  (http://buy-a-phone-start-a-movement.fairphone.com/), en la que una compañía holandesa se ha propuesto fabricar un modelo de Smartphone en el que los derechos humanos y la ética se respeten en todo el proceso de producción, desde las condiciones laborales en la fábrica, hasta la extracción del coltán (un mineral necesario para los dispositivos electrónicos comprimidos, tipo móviles, portátiles, gps, etc.), qué como todos sabemos en gran medida se compra a mafias y organizaciones que controlan muchas minas de la Republica Democrática del Congo, donde esclavizan a familias enteras para ello y gracias al cual se subvencionan las guerras que se dan en esa zona. Por cierto, es muy interesante el documental que el programa “En tierra hostil” tiene colgado en internet sobre las minas de coltán, como tantos otros documentales que han realizado para informar sobre más realidades injustas… un programa muy recomendable para estar sensibilizado con diferentes injusticias a nivel mundial. A parte de Fairphone, otras empresas compran el coltán fuera de África, y son también interesantes.

                                    


 Pero no acaba aquí la cosa. Tenemos todas las iniciativas de comercio justo, que aunque no cubren una gama excesiva de productos, nos garantizan que nos mantenemos dentro de (y promovemos) la justicia económica e incluso a proyectos de mejora de diferentes zonas subdesarrolladas. Pero, aunque recomendable a veces, no es necesario irse sólo al comercio justo; bastaría con preocuparse un poco de dónde están fabricados los productos que compramos, por ejemplo, comprarse unos zapatos hechos en España en vez de unos hechos en un país en vías de desarrollo, te garantiza que tu dinero no va a estimular ninguna cadena inmoral de producción. Obviamente esta opción será más cara, por lo que en vez de tener 5 pares de zapatos en nuestro futuro armario de mileuristas, a lo mejor nos lleva a tener 2. Y por último, por no seguir eternamente con la lista, otra idea muy interesante es la de la llamada “banca ética”, que también salió en nuestra conversación por la montaña. Gonzalo nos comentaba la existencia de bancos que son transparentes a la hora de mostrar al cliente en que se va a invertir su dinero, o incluso que te permite elegir en qué se va a invertir; por lo general estas bancas suelen preocuparse además de que las inversiones tengan un cierto compromiso ético en los términos que estábamos hablando, aunque obviamente su rentabilidad siempre será menor, al menos de momento...
Una de las casas del área donde vivían Enmanuel y Krubo
De nuevo, el dinero es poder de relación y capacidad de moldear el mundo. Si todos nos preocupáramos por esto, las mismas leyes que rigen la economía darían lugar a un mundo mucho más justo. Si la ética y la justicia se convirtieran en un valor que todos buscáramos, se convertirían en un nuevo “producto”, y ya se las ingeniarían todas las empresas para poder ofrecer eso, convirtiéndose en agentes de un cambio mundial hacia la justicia. Simple oferta y demanda. Espero que dentro de poco el Fairphone sea la última moda y todas las empresas de electrónica quieran fabricar el suyo. Y sobre todo, espero que seamos capaces de poner esta manera de vivir en práctica, porque no será fácil.


  Y hasta aquí llega esta entrada. Dentro de poco, y como cualquier otro profesional, empezaremos a adquirir más conocimiento y práctica en nuestro campo, y esto nos permitirá poder usarlo en lo que consideremos mejor. Y en 4 o 5 años ya seremos especialistas. Será otra nueva forma de relacionarnos con el mundo, no exenta de riesgos y de apuestas que hacer. Si algún día este camino nos llevará de vuelta a Liberia o a algún otro país en vías de desarrollo… no lo podemos decir, aunque el deseo de viajar y conocer nuevas culturas y realidades vuelve a crecer en nosotros tras estos meses, junto al de querer poner un granito de arena en que las cosas cambien. Pero creo que es más importante centrarse en el presente y en lo que podemos hacer en la vida que ahora nos toca… sin cerrar los ojos a las puertas que se irán abriendo cuando sea el momento.

Algún día Liberia será conocida por la belleza de sus playas kilométricas